En el huerto Jesús les recomendó a los discípulos que debían de velar y orar. El no hacerlo traería problemas. El espíritu está dispuesto pero la carne es débil. La debilidad espiritual nunca llega de repente, es un proceso donde el vivir alejado de la oración y la búsqueda espiritual llevan a un callejón peligroso: la tentación.
Cuando alguien se debilita espiritualmente, no es porque quiso hacerlo conscientemente, sino que poco a poco fue dejando la oración y la relación con el Padre Eterno. Si eso sucede, hay que hacer un alto en el camino, humillarse, pedir perdón a Dios y clamar para que la fortaleza del Espíritu y la dependencia de Dios sean algo real e inmediato.